ARGENTINA:Un reguero de muerte



http://ipsenespanol.net/interna.asp?idnews=21821
Comentario de Diana Cariboni

MONTEVIDEO, 12 may (IPS) - Hubo un tiempo en que muchos periodistas de
Argentina bromeaban con no pronunciar el nombre del entonces presidente
Carlos Menem (1989-1999), porque traía mala suerte. Algunos incluso
adulteraron su apellido a "Méndez".


Curiosamente, los dos mandatos consecutivos de Menem están jalonados por un
reguero de muertes violentas o extrañas de investigadores y periodistas
demasiado curiosos, de testigos molestos o de involucrados, cuya caída podía
arrastrar a protagonistas de los más graves delitos de corrupción,
contrabando, narcotráfico y lavado de dinero de la historia argentina.

Asesinatos, "suicidios", "accidentes" e "infartos" vinculados a hechos
ilícitos en los que, indefectiblemente, aparecen miembros del clan familiar
de Menem, sus colaboradores más íntimos, sus amigos y ex ministros de sus
gobiernos.

Ahora, la mala suerte parece haber alcanzado su batalla electoral, pues
todas las encuestas indican que no logrará imponerse en la segunda vuelta
presidencial del próximo domingo frente al gobernador de Santa Cruz, Néstor
Kirchner.

Sería la primera derrota en la carrera política de Menem. Sin embargo,
cuatro años después de haber dejado la presidencia aún continúa reteniendo
parte del control sobre la justicia, que forjó desde el poder.

El gobierno de Menem logró en 1990 controlar la Corte Suprema de Justicia,
al ampliar de cinco a nueve la cantidad de sus miembros y reemplazar a
varios magistrados que no le eran afines, un esquema que se mantiene hasta
hoy. Le siguieron medidas similares en el ministerio público y en todos los
organismos de contralor del Estado.

La lista de muertes extrañas comienza con el interventor de la Aduana
Rodolfo Etchegoyen, cuyo cuerpo apareció el 13 de diciembre de 1990 con un
balazo en la cabeza. La investigación de ese caso fue cerrada como "
suicidio", pero sus hijos aún intentan probar que fue asesinado.

Etchegoyen había renunciado el 7 de noviembre de ese año, tras llegar al
cargo apadrinado por el hoy también fallecido Alfredo Yabrán, un cuestionado
empresario relacionado con el gobierno de entonces.

Al parecer, el narcotráfico fue demasiado para Etchegoyen. "Ante la droga,
me paro", había dicho poco antes de su muerte, y su afirmación no era
infundada.

El tráfico de drogas y otros delitos eran rampantes a través del depósito
fiscal que controlaba en la aduana precisamente Yabrán, así como el lavado
de dinero en el aeropuerto internacional de Ezeiza, donde actuaba el ex
esposo de la entonces cuñada del presidente, Amira Yoma.

En agosto de 1994 fue muerto de un balazo en la nuca mientras viajaba en un
tren el subcomisario Jorge Gutiérrez, quien investigaba el depósito fiscal
de Yabrán y la firma de despachantes aduaneros Defisa, parte del esquema de
contrabando, conocido en los tribunales como la "aduana paralela".

El despachante aduanero José Gussoni denunció irregularidades en la compra
del sistema informático María, destinado a poner coto a la "aduana paralela"
. Su auto se estrelló contra un camión. La justicia lo consideró muerte
dudosa.

A fines de febrero de 2003 apareció el cadáver del subcomisario Jorge Luis
Piazza, con una bala en la nuca. Era testigo en la investigación por la
muerte de Gutiérrez.

Pero se registraron otros fallecimientos extraños en la década del 90.

Entre 1991 y 1995, Menem y varios de sus ministros firmaron tres decretos
secretos autorizando ventas de armas a Panamá y Venezuela.

Pero los verdaderos destinos eran otros: Croacia, inmersa en la guerra de
secesión de la ex Yugoslavia, sobre la que regía un embargo internacional de
la Organización de las Naciones Unidas, y Ecuador, enfrentado militarmente
con Perú por disputas fronterizas y por lo cual Argentina jugaba un papel de
mediador.

En noviembre de 1995 explotó la fábrica de municiones de la empresa estatal
Fabricaciones Militares, en la central ciudad cordobesa de Río Tercero. Con
ella desaparecieron tres barrios, murieron siete personas y 350 resultaron
heridas.

Tras varios años en la pista falsa del accidente, los tribunales pudieron
establecer que la voladura fue provocada para ocultar huellas del
contrabando a Croacia y Ecuador.

También se relacionó con el caso la caída de un helicóptero en 1996, que
mató a sus ocupantes: el general Juan Carlos Andreoli, interventor de
Fabricaciones Militares, y el coronel Rodolfo Aguilar, que había denunciado
la venta de armamento.

Vicente Bruzza, técnico de la fábrica de Río Tercero responsable de
denunciar irregularidades en torno a la explosión, murió de un infarto en
1997.

Francisco Callejas, otro técnico de Fabricaciones Militares que había
viajado a Croacia a calibrar los cañones contrabandeados, padeció un derrame
cerebral en junio de 1998.

En agosto de 1998, el capitán de navío retirado Horacio Estrada, indagado
por el contrabando de fusiles a Ecuador, apareció muerto en su apartamento,
con un balazo en la sien izquierda. Era diestro.

En septiembre del mismo año murió de un presunto paro cardíaco el
subadministrador de la Aduana de Buenos Aires, Carlos Alberto Alonso, quien
había sido el encargado de los controles durante los embarques de armas a
Croacia. Los tribunales aguardaban su testimonio.

También Yabrán fue hallado muerto con la cabeza destrozada por un escopetazo
en mayo de 1998, cuando se cerraba el cerco en torno suyo por el asesinato
en enero de 1997 del periodista José Luis Cabezas.

Este periodista fue asesinado tras publicar fotografías sobre corrupción
policial y empresarial e imágenes del propio Yabrán, cuyo rostro era hasta
entonces desconocido para la opinión pública. Las pistas de la investigación
llevaron a policías venales, a delincuentes y finalmente al empresario.

Otra muerte de este extraño reguero fue la de Marcelo Cattaneo, vinculado a
los sobornos de la compañía estadounidense IBM para obtener contratos del
estatal Banco Nación, quien apareció colgado de una antena en la ciudad
universitaria de Buenos Aires, el 4 de octubre de 1998.

Cattaneo tenía negocios con el secretario general de la presidencia, Alberto
Kohan. La familia no creyó en el suicidio.

También las actividades terroristas gozaron del beneficio de la impunidad.
En 1992 una explosión acabó con la sede de la embajada de Israel, donde
murieron 29 personas.

En 1994, un coche-bomba arrasó el edificio de la Asociación Mutual Israelita
Argentina (AMIA) y mató a 85 personas.

Tras muchos años de investigaciones fallidas, nuevos elementos vincularon a
Menem con el estancamiento del caso de la AMIA. Según el testimonio de un ex
funcionario del gobierno iraní, el ex presidente habría recibido dinero de
Irán para frenar el proceso.

Pero la inseguridad jurídica alcanzó tal grado en la década de gobierno de
Menem que ni su propia familia pudo escapar a sus efectos.

La muerte del hijo de Menem y la tenebrosa operación para ocultar sus
verdaderas razones se convirtieron así en paradigma de la impunidad en un
régimen democrático.

Carlos Menem hijo, conocido como "Junior", murió en marzo de 1995, cuando
cayó el helicóptero que pilotaba. Se hallaron dos cuerpos, pero testimonios
aseguraron que había una tercera acompañante.

Doce personas vinculadas al caso, caratulado como accidente, murieron en
circunstancias inverosímiles. Eran todos los testigos e investigadores cuyos
testimonios o pruebas exponían un escenario diferente: que el helicóptero
cayó tras ser baleado desde tierra.

Zulema Yoma, la madre de Junior, no avaló nunca la tesis del accidente y
sugirió que la muerte de su hijo estaba enlazada a las voladuras de la
embajada y la AMIA. "Este fue el tercer atentado", dijo.

Pese a muchos obstáculos, por el contrabando de armas fueron procesados
ministros, militares y el propio Menem, el cual fue acusado de ser jefe de
una asociación ilícita y puesto bajo arresto domiciliario en junio de 2001.

Pero de allí y del ostracismo político lo rescató un fallo providencial de
la Corte Suprema de Justicia, que le abrió el camino a su actual candidatura
presidencial.

Las encuestas parecen indicar que la era menemista finalizó. Pero la
inseguridad jurídica continúa.

El 1 de marzo de este año, cayó de un décimo piso Lourdes Di Natale, ex
secretaria del ex cuñado de Menem, Emir Yoma, y testigo central en el juicio
por el contrabando de armas. Sus pulcras agendas habían sido elementos
concluyentes para los procesamientos de su jefe y de Menem.

Di Natale, que estaba a punto de declarar en el juicio por la explosión de
Río Tercero, había denunciado amenazas, pero ahora las autoridades dudan que
su muerte se deba a una caída accidental o suicidio.

El destino parece no estar a favor de Menem en este trance electoral. Quizás
su mala estrella permita inaugurar una nueva era para el Poder Judicial
argentino. Pero hará falta más que buena suerte.