Venezuela: Capitulación y retirada



31 de enero del 2003

Manuel Valencia
Rebelión

Recuerdo la impresión extrañada en el rostro de un viejo republicano de la
diáspora española, aquélla de la guerra civil, cuando me comentaba el acto
de capitulación de Francisco de Miranda ante el general español Monteverde,
allá por 1812, cuando se perdió la Primera República. Estas remembranzas
vienen a cuento, luego de observar el triste espectáculo vespertino al que
nos tienen acostumbrados los tres tristísimos voceros del paro en Venezuela:
el presidente de la Confederación de Trabajadores; el de la patronal y el de
los ejecutivos petroleros insurrectos. Me refiero al "parte de guerra" de un
paro que languidece.

A estas fechas, 29/01/03, ya es un secreto a voces que el denominado "paro
cívico" lo perdió la oposición -tanto la cobijada en ese archipiélago de
intereses llamada Coordinadora Democrática, como la golpista de los
militares sediciosos de abril, guarecida en la plaza Altamira, de Caracas-.
Así, cuando se leen las declaraciones del presidente de la patronal
venezolana, Carlos Fernández, aparecidas en el New York Times, aceptando el
referéndum revocatorio de agosto, ya no quedan dudas al respecto. Decir que
la propuesta es más "agradable" porque dicho referéndum no se efectuará más
allá del 19 de agosto, suena a excusa para aceptar lo que ya no se puede
rechazar. La fecha no la puede garantizar ni Chávez ni nadie, pues depende
de varios hitos marcadores: la elección del poder electoral, el más
importante. Hay que recordar que la propuesta Carter es la misma expuesta
por Chávez hasta el cansancio:

referéndum revocatorio en agosto o enmienda constitucional. Sólo que esta
vez, según un declarante "anónimo" del NYT, viene de Carter y por lo tanto
se salvaría la "honrilla" política de la oposición. De la misma manera, se
conocía desde inicios de este mes -y según el mismo declarante- que el
referéndum consultivo propuesto unilateralmente por la oposición, no sería
posible realizarlo en febrero. Aun así se utilizó como "anzuelo" para las
movilizaciones y el paro.

Ahora bien, ¿qué circunstancia propició este cambio abrupto de viraje de la
oposición? Obviamente, la requisitoria "fuertemente urgida" del Secretario
de Estado de EE.UU. Aunque también la evidente reactivación, ciertamente
lenta, pero progresiva, de la industria petrolera. Allí se han destituido a
más de cinco mil trabajadores que respaldaron el paro; signo evidente del
control de la industria por parte del gobierno. A este respecto, es
importante reseñar las declaraciones desafiantes y diplomáticamente
tangenciales del ministro de relaciones exteriores de Venezuela, Roy
Chaderton; quien al ser interrogado en Washington sobre la amnistía para los
petroleros en paro, dijo: "Pienso que el gobierno de Chávez debería
completar su período, programado hasta el 2006".

Callando la respuesta a la interrogante. Sencillamente, esta es la posición
endurecida del vencedor, del que se siente seguro de la victoria y se guarda
de hablar de la suerte de sus prisioneros de guerra.

Por otra parte, y como consecuencia de la derrota inminente, en el seno de
la Coordinadora Democrática, han comenzado las recriminaciones y el reparto
de culpas. Así, resultó pamplinesca la llamada a deponer el paro que hizo el
gerente de una televisora privada, hasta ayer, furibundo auspiciador de
mantenerlo "hasta que se vaya Chávez". Y es que argüir que el paro ya
cumplió su cometido, no es sino eso: una pamplinada.

Ante este escenario de derrota evidente, cuando la población observa al
presidente de la Confederación de Trabajadores, Carlos Ortega, hablar de
"radicalizar el paro"; sonríe. Cuando observa al presidente de los
petroleros, encomendarse a las mil y una Vírgenes; sonríe... esta vez con un
aire de revancha, al ver desvalido al otrora arrogante "meritócrata". En
cierta forma le cobran las penurias por la escasez de combustible. Del
presidente de la patronal, ni hablar, pues se ha convertido en el hazmerreír
por sus ramplonerías y sus problemas de dicción.

En fin, el fracaso del paro ya tiene sus cadáveres políticos.
Indudablemente, el primero es Carlos Ortega, quien aspiraba a la Presidencia
de la Republica.

También se entierran junto con él, los tecnócratas petroleros con
aspiraciones políticas. Y, muy posiblemente, la baja más importante: el
gobernador Enrique Mendoza; quien parece haber perdido su capacidad de
convocatoria, si nos remitimos a la irrisoria asistencia de su más reciente
concentración en una autopista de Caracas. Por ello, la última jugada de la
oposición: la enmienda de la constitución para acortar el período, llamando
a elecciones e introduciendo la segunda vuelta; simplemente activará los
recursos del gobierno para llegar al referéndum revocatorio de agosto.
Opción que pareciera intranquilizar a aquélla, pues desconfiaría de su
capacidad de recabar 2,4 millones de firmas (sobre todo con un Consejo
Electoral realmente autónomo) y más aún de convocar el 25% de los electores.

Debo decir que la sorpresa de aquel republicano español obedecía a que le
parecía inverosímil que -en una guerra tan cruenta como la de nuestra
independencia- se hubiese conservado la "civilidad" para, capitulando,
aceptar cuando se es vencido y emprender la retirada. Lamentablemente la
oposición política venezolana pareciera haber escogido el camino de la
derrota: la rendición inexorable y la huida en desbandada.



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Nello

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