Costa Rica ante el nuevo curso



Pacheco claudica, Lula triunfa, Bush ataca

José Merino del Río (*)
La Insignia. Costa Rica, noviembre del 2002.

Dice Woody Allen que «los políticos son antes que nada actores, todo pasa
por la pequeña pantalla». Abel Pacheco sabe usar con maestría sus dotes
histriónicas y la pequeña pantalla para encantar a un público desencantado
con la politiquería y los politicastros. Se le percibe como un hombre
cargado de buenas intenciones y honesto, que trae un soplo de aire fresco al
clima fétido que invade hasta los últimos rincones de una patria enferma,
enfeudada al gran poder de un capital corrupto y mentiroso.
El valor de la política-espectáculo es que logra promover masivas adhesiones
con las que se ganan elecciones, pero que puede agotarse rápidamente ante la
ruda tarea de gobernar. Entonces, puede sobrevenir otro ciclo teatral: los
mismos u otros actores cambian papeles y máscaras, para que todo siga igual;
o, como está ocurriendo en muchos lugares de América Latina, los pueblos
reaccionan, se rebelan, tumban el tinglado y exigen acabar con la farsa.

El presidente Pacheco después de ganar simpatías y esperanzas con sus
compromisos con la ética y contra el neoliberalismo, se desliza
peligrosamente hacia la claudicación.

Acaba de nombrar asesor económico a Miguel Angel Rodríguez, mientras echaba
del gobierno a José Miguel Villalobos, el único ministro que había asumido
públicamente las denuncias de los «decretos a medianoche» de una de las
administraciones más corruptas de la era neoliberal. Pacheco estaba tan
alarmado que dijo: «se han robado el país», pero cuando era de esperar una
cruzada moral para descubrir a los criminales y frenar el saqueo, le aplicó
la guillotina a los radicales y se alió con los restauradores del viejo
orden. Al día siguiente, Rodríguez y Calderón abrazados y sonrientes,
celebraban ante las huestes socialcristianas la victoria frente a un
«abelismo» desinflado y en retirada.

¿Qué pasa? El asunto de los cheques y la evidencia del financiamiento ilegal
de las campañas del PUSC y del PLN, atraparon al presidente Pacheco en una
telaraña de la que aparentemente no puede o no quiere salir. El acusador
ahora acusado, muestra debilidad, temor, angustia ante la llamada «autoridad
superior» y ante el periódico «que quiere gobernar sin presentarse a las
elecciones». Da la impresión que la «autoridad superior» (¿Calderón,
Rodríguez, Figueres, Fishman...?) y el periódico (¿La Nación-Arias?), están
detras de una «operación tenazas» que se cierra sobre un hombre en soledad,
en una encrucijada de tres caminos: irse para la casa, aliarse con el
pueblo, entregarse al bloque oligárquico-transnacional.

Y don Abel, a pesar de que acusa a esa oligarquía de estar presionando para
que apoye la privatización de instituciones, se mueve de hecho en esa
tercera dirección.

1. Consolida un gabinete en la línea del continuismo neoliberal, con una
clara hegemonía del «calderodriguismo» y de los tecnócratas del INCAE, de
ANFE y de la Academia de Centroamérica, ahora bajo la batuta del gran
consejero privatizador: Miguel Angel Rodríguez.

2. Insiste en un paquete fiscal con el objetivo de lograr un déficit cero,
mediante más impuestos regresivos y nombra una comisión de control del gasto
público que ha terminado en manos del ultraderechista Guevara, que propone
congelar empleo y salarios en el sector público, eliminación de convenciones
colectivas, recorte del gasto social y otras recetas del «Estado
mínimo-liberal».

3. Coloca al frente de negociaciones supranacionales trascendentales como el
TLC con Estados Unidos, el Plan Puebla-Panamá y el ALCA, a tres connotados
representantes de la corriente neoliberal: Anabel González, Alvaro Trejos y
Alberto Trejos, que defienden en las «negociaciones» una línea de apertura,
liberalización y anexión suicida para los intereses del país. Negociaciones
que se llevan a cabo prácticamente en secreto y que pretenden servirle en
bandeja a la transnacionales estadounidenses un fabuloso botín.

4. Consiente que sigan adelante contratos leoninos para el interés nacional:
aeropuerto, revisión técnica de vehículos, cárceles, cogeneración eléctrica,
bajo el slogan «contratos son contratos», aunque por esas tuberías se vayan
miles de millones de colones que dañan el interés general.

5. Apoya el establecimiento de una Academia Policial de los Estados Unidos
en nuestro país, y tolera que buques armados de ese país atraquen en
nuestros puertos, a sabiendas de que esos proyectos se enmarcan en el Plan
Colombia y en una estrategia guerrerista de seguridad nacional de los
halcones que hoy gobiernan en Washington. La presencia en el país de
paramilitares colombianos que negocian armas por drogas, demuestra que ya
somos parte de un escenario de conflicto, que se calentará en la medida que
el gobierno acepte la satelización de Costa Rica en el nuevo orden de Bush.

Es cierto que el presidente Pacheco todavía mantiene compromisos de diálogo
social (comisión mixta fiscal, fortalecimiento del ICE, respeto a las
convenciones colectivas, entre otros), de rechazo a las privatizaciones, de
garantías ambientales y de una actitud ética superior a la de anteriores
jefes de gobierno. Posiciones nada despreciables, que el polo progresista y
popular del país no debería echar en saco roto, ante las situaciones de
crisis y de confrontación que se avecinan, que obligarán tanto a la
movilización y a la firmeza, como a la negociación y a la flexibilidad.

Sin embargo, dado que la política de fondo termina definiéndose en un
paralelogramo de fuerzas con intereses opuestos, lo más notable es observar
el deslizamiento de la política del poder a la derecha, en lo que podría ser
un nuevo punto de inflexión tras las luchas del combo y el revés electoral
del bipartidismo, si el conjunto de fuerzas democráticas y populares del
país no reacciona con inteligencia, coraje y a tiempo.

El director ejecutivo de la Unión de Cámaras, expresó con meridiana claridad
lo que el bloque dominante piensa. Merece la pena alargarse en la
reproducción de la cita:

«Obligado por la crisis y aconsejado por organismos financieros
internacionales, Costa Rica adoptó hace unos veinte años un determinado
modelo económico de desarrollo que con ligeras variantes continúa
vigente(...) Sin embargo, no todos los componentes sustantivos del modelo
pudieron implementarse de manera plena(...) Afortunadamente existen dos
procesos en marcha que nos llevarán, querámoslo o no, a tomar este tipo de
decisiones:el pacto fiscal y el tratado de libre comercio con Estados
Unidos(...) La hora de las grandes decisiones sobre el rumbo del país está
cada vez más próxima; 2003 estará cargado de encendidos debates sobre temas
de naturaleza estructural que por años habíamos pospuesto. Se agudizará la
pugna ideológica y arreciará la polarización de fuerzas. La aparente calma
actual pronto acabará para dar paso a una confrontación mucho más abierta y
franca...». (La República, 7-10-2002)

En esa misma línea ha estado editorializando machaconamente el periódico La
Nación:

«Ante un nuevo TLC»: «...se podrán anticipar negociaciones duras con los
Estados Unidos en agricultura, integración de servicios y el contenido de
las leyes salariales y de regulación ambiental(...) Abrir la banca, el
mercado de seguros, telecomunicaciones, venta de combustible y transporte
aéreo será todo un reto. También una necesidad de nuestro desarrollo».
(13-8-2002).

«¿Listos para negociar?»: «...en la agenda de los Estados Unidos no se
excluye nada. Todos los bienes y servicios estarán incluidos, desde
productos agrícolas fuertemente subsidiados en los Estados Unidos, hasta
servicios actualmente monopolizados por el Estado costarricense, como
telecomunicaciones, combustibles, seguros, generación eléctrica y ciertos
servicios bancarios». (21-10-2002)

«Pronóstico reservado»: «El Gobierno... Tampoco ha llevado el liderazgo en
la reforma del Estado, necesaria para reducir de manera sostenible el gasto,
el déficit y la deuda acumulada, y ha mostrado debilidad ante los grupos de
presión en cuanto a la necesidad de reducir el empleo redundante (por
ejemplo, en el ICE o Recope) y le ha dado la espalda a la venta de activos
para reducir la deuda externa... Negarse a esto último equivale a tener que
subir impuestos y las tasas de interés más de lo necesario.Y si bien es
cierto el ambiente político para este tipo de medidas es muy difícil, por lo
menos el gobierno -y, especialmente el presidente Abel Pacheco, con su gran
aceptación popular- debería ser un factor de educación a los ciudadanos,
algo que ha soslayado(...) De lo contrario, enfrentaremos una situación
angustiante también el año entrante, que podría derivar en una gran crisis».
(14-10-2002)

«Poca reducción del gasto»: «La Comisión no hizo ninguna recomendación sobre
la venta de activos del Estado para reducir la deuda pública(...) Esperamos
que haya un segundo informe, más integral y consecuente con los problemas
del país». (25-10-2002)

El polo conservador-neoliberal se prepara entonces para una «gran
confrontación». A pesar de los últimos datos de la Encuesta de Hogares que
indican que el desempleo es el más alto de los últimos 16 años: 6.4% el
desempleo abierto, que afecta a 108.527 personas; 14.6% el subempleo, que
afecta a más de 200 mil personas. La pobreza también aumentó, afectando al
20.6% de los costarricenses, es decir, a 771 mil personas. La economía
permanece básicamente estancada y el déficit financiero del sector público
llegó al 5.5% del PIB. A pesar de lo que señala el último informe del Estado
de la Nación sobre el crecimiento de la desigualdad: si en 1997 el 10% de
hogares más ricos recibió 15.5 veces más ingresos que el 10% más pobre, en
el 2001 la cifra subió a 23 veces. A pesar de ese balance, que es el
resultado de la experiencia neoliberal de 20 años, la clase
político-empresarial dominante, en lugar de rectificar, recomienda
radicalizar el modelo que tanta pobreza, desempleo, desigualdad y corrupción
ha causado. Sale Lizano, el gran gurú neoliberal, del Banco Central, y lo
sustituye un discípulo aplicado, Francisco de Paula, presidente del grupo
financiero Sama y ex ministro de José María Figueres.

La pugna ideológica y social que tuvo su máxima expresión en las luchas del
Combo, se saldó con una victoria de las fuerzas antineoliberales y
populares. Como se dice popularmente, se ganó una batalla pero la guerra
continúa. En la arena electoral fuerzas tradicionales del bipartidismo
neoliberal sufrieron un nuevo revés, que capitalizó fundamentalmente el
denominado «abelismo» y el Partido Acción Ciudadana. Las contradicciones,
debilidades y vasa-llajes del abelismo saltan a la vista, mientras el PAC se
desenvuelve todavía en una etapa fundacional, con las características de un
movimiento electoral diverso y plural, con el liderazgo de Ottón Solís de
momento más preocupado por ser aceptado por el establishment, que en
promover una amplia coalición antineoliberal de centroizquierda en capacidad
de llegar al gobierno y llevar a cabo los cambios democráticos y
socioeconómicos que el país y las mayorías requieren. Los movimientos
sociales que se ubican en una posición crítica frente al capitalismo
neoliberal, muestran cierto dinamismo y capacidad de resistencia y de
propuesta frente a la luchas concretas, pero permanecen en un estado todavía
lamentable de fragmentación y de incapacidad para una articulación más
colectiva de la resistencia y la construcción de la alternativa. La
inexistencia de una expresión política de una izquierda necesaria, con
capacidad de contribuir a elevar el nivel político de las masas, ayudar a
organizar, movilizar y articular las luchas con vocación de resistencia y de
gobierno, sigue siendo la mayor debilidad del pueblo en la actual coyuntura
política y a la luz de las amenazas que nos acechan.

Las fuerzas de izquierda y progresistas debemos pensar y actuar en el marco
de los tres grandes acontecimientos que informan de la situación actual de
América Latina y que perfilan las líneas de fuerza que definirán el futuro
de nuestros países y pueblos:

1. El fracaso del modelo del capitalismo neoliberal. El aumento
impresionante de la pobreza y de la desigualdad, el estancamiento económico,
el crecimiento del desempleo, la corrupción, la mayor dependencia política,
social, económica y cultural, las recurrentes crisis económicas y
financieras, el deterioro democrático y ambiental, son patentes ejemplos del
colapso de dos décadas de hegemonía del llamado «consenso de Washington» y
sus políticas autoritarias y depredadoras de liberalización, desregulación,
privatización de nuestras economías, sociedades, recursos y estados
nacionales.

2. El ascenso de la resistencia popular y de las izquierdas políticas y
sociales. Tras una larga travesía de derrotas, desestructuración y
fragmentación, asistimos a la progresiva rearticulación de un amplio
movimiento social y político de rechazo al neoliberalismo y de procesos de
construcción de alternativas populares, democráticas, nacionales y
regionales al proyecto de dominación imperial. El triunfo de Lula en Brasil;
la Revolución Bolivariana de Chávez y el fracaso del golpe en Venezuela; el
colapso del bloque dominante en Argentina y la irrupción de la ira y de las
alternativas populares; el ascenso de la izquierda en Bolivia, Ecuador,
Uruguay, Perú, Paraguay; la resistencia de las fuerzas revolucionarias y
democráticas de Colombia a la guerra de exterminio del imperialismo y de la
oligarquía aliada de la narcomafia; las crecientes dificultades de Fox para
llevar a cabo la sumisión de la política y la economía de México a los
Estados Unidos; la consolidación como fuerzas políticas alternativas del
FMLN en El Salvador y del FSLN en Nicaragua; el esfuerzo extraordinario de
la revolución cubana para mantenerse y desarrollarse frente al brutal
bloqueo imperial y a los efectos devastadores del colapso de la Unión
Soviética, son hechos relevantes que hablan del surgimiento de un nuevo
escenario y de una nueva correlación de fuerzas.

3. La extrema agresividad del imperio bajo la batuta del gobierno
ultraderechista de Bush. Frente al agotamiento del modelo económico
neoliberal y el crecimiento del descontento de nuestros pueblos, cuando gran
parte de la población de los Estados Unidos está comprendiendo que muchas
estructuras del capitalismo americano se apoya en actividades criminales, el
gobierno trata de cambiar de tema (Enrón y compañía), desarrollando una
retórica y una práctica belicistas. La respuesta del imperio fue establecida
en la «Doctrina Bush», cuyos contenidos esenciales pueden verse en el
documento «Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos»,
presentado por Bush como doctrina oficial de su gobierno el pasado 20 de
septiembre. Ahí se proclama la decisión de mantener a toda costa la
supremacía política, económica y militar del imperio, recurriendo cuando sea
necesario a la guerra unilateral y preventiva para combatir el terrorismo y
toda amenaza a «los mercados libres y el libre comercio», definidos en el
documento como «prioridades claves de nuestra estrategia de seguridad
nacional». El Plan Colombia, en el plano político-militar; el ALCA, el Plan
Puebla-Panamá y el TLC con Centroamérica, en el plano político-económico,
son los dos grandes vectores que orientan las fuerzas que diseñan la gran
estrategia de hegemonía y control en América Latina, con la complicidad de
las clases parasitarias del Continente.

Lula, un obrero metalúrgico, fundador y constructor de un partido de
izquierda, el Partido de los Trabajadores, al frente de una amplia coalición
de trabajadores, campesinos, intelectuales, religiosos, empresarios,
militares, encuadrados en un frente de partidos políticos desde la izquierda
petista, comunista y socialista hasta sectores del centro nacional-burgués,
ha ganado las elecciones en Brasil, el país más grande de América Latina,
con 170 millones de habitantes, la décima economía mundial. Se trata de todo
un acontecimiento histórico y de un triunfo de la izquierda latinoamericana.
El acontecimiento histórico es la constitución de un bloque político-social
en el Brasil que rompe electoralmente con décadas de hegemonía autoritaria y
neoliberal y abre, desde el gobierno, una puerta por la que irrumpen
movimientos populares de cambio y de transformación social, así como
movimientos nacionalistas de rechazo a la dominación imperial. El triunfo de
la izquierda latinoamericana puede simbolizarse en Lula y su Partido de los
Trabajadores, que fueron los principales promotores de los dos grandes foros
de la izquierda política y de la izquierda social: el Foro de Sao Paulo, que
reune a las diversas izquierdas latinoamericanas, y el Foro de Porto Alegre
convertido en faro de inmensas y diversas fuerzas que levantan la crítica al
capitalismo neoliberal y trabajan y luchan por otra América posible, por
otro mundo posible.

Mientras Lula triunfa en Brasil, en Washington, Bush encabeza el gobierno
más derechista desde Ronald Reagan, ahora sin verdaderos contrapesos a nivel
mundial, exhibiendo una impresionante concentración de poder militar,
financiero y simbólico. Eso indica la complejidad, la contradicción y el
riesgo de la situación que vivimos. Si el triunfo de Lula es reflejo del
agotamiento del modelo económico neoliberal, eso no significa, como bien lo
señala el Movimiento de Trabajadores Sin Tierra de Brasil, que el gran
capital transnacional renuncie a sus objetivos. Al contrario, ya vemos como
Bush propone como única salida la presión militar y la mayor inserción y
subordinación de nuestras economías al gran capital transnacional, vía ALCA,
Puebla-Panamá, TLC, FMI, OMC, Banco Mundial. Así que no es difícil vaticinar
que al lado de la gran esperanza, gravitará la amenaza de la guerra y de la
anexión económica.

El triunfo de Lula contribuirá a fortalecer la construcción de un bloque
regional latinoamericano que le diga no al ALCA y al Plan Colombia. El
imperio, sin abandonar sus objetivos estratégicos para todo el Continente,
es probable que adopte la táctica del «paso a paso». Si enfrenta un sólido
frente de rechazo en el Sur, entonces acelerará el TLC con Centroamérica y
el Plan Puebla-Panamá. En Costa Rica la amenaza más directa e inmediata que
enfrentaríamos sería en este contexto el TLC con Estados Unidos, que se quie
re firmar en el 2003: el año de la polarización ideológica y de la
confrontación social, según la Unión de Cámaras y el periódico La Nación, de
ahí la prisa por alinear al presidente Pacheco. Hasta el nuevo director de
la OMC, Supachi Panitchpakdi, ha recomendado a los países pequeños y con
pocos recursos mostrarse prudentes y abstenerse de firmar acuerdos
comerciales regionales, mientras duren las negociaciones de la Ronda de
Doha. Precisamente la estrategia de Estados Unidos pretende adelantarse a
las negociaciones multilaterales incorporando a su espacio de hegemonía a
los países más débiles y vulnerables.

Ante ese escenario de crisis que se avecina, las diversas fuerzas
democráticas y patrióticas y los movimientos sociales, tendrán que hacer un
esfuerzo para no diluirse y aislarse. Se impone un esfuerzo de reflexión
conjunta y de acción colectiva, acompañado por una discusión abierta y
constructiva para repensar la construcción de un frente nacional de
resistencia y alternativa y de esa izquierda necesaria, que como vemos en
otros lugares de Nuestra América si puede crecer con ideas, luchas, ética y
un marco organizativo adecuado. Diluirse podría ser, por ejemplo, marginarse
en una comisión mixta fiscal sin verdaderas contrapartidas de fondo,
aislarse, significaría caer en sectarismos y dogmatismos estériles. La
piedra de toque será ahora el TLC con Estados Unidos, y la pregunta es si
van a lograr por la vía del acuerdo supranacional, quebrar lo que
conservamos de Estado nacional, democrático y social y que pudimos defender
con éxito en las jornadas históricas del Combo. Hay que ubicarse en el
terreno de la democracia y de su radicalidad: gobierno del pueblo, para el
pueblo y con el pueblo, y desde ahí defender una Costa Rica pacífica, justa
e independiente, que rechaza el globalismo y el unilateralismo agresivo del
imperio, pero que está abierta a la integración solidaria y equitativa en
otra Latinoamérica y otro mundo posibles.




(*) Coordinador del Foro de Acción Política "Otra Costa Rica es posible,
otro mundo es posible". Artículo originalmente publicado en la revista
Pueblo.

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Nello

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