Argentina: La deuda pública externa, un debate pendiente



   Buenos Aires, enero (Télam).- Falta en el país una discusión seria,
profunda y abarcativa acerca de la deuda externa, su origen e implicancias
para las próximas generaciones.
Y para ese debate, un punto de partida ineludible es la difusión de los
principales números del caso: cuánto se debe, a quién, desde cuándo, cuánto
se pagó hasta ahora.

El gran salto en volumen que la parte pública de la deuda pegó durante la
última dictadura militar permite cuestionar sus bases desde el punto de
vista de la legitimidad. Y no sólo porque los gobiernos que las contrajeron
no hayan salido de las urnas -lo cual parecería suficiente de todas maneras-
sino también porque sus políticas económicas favorecieron la trasferencia de
pasivos de privados al Estado, y la fuga de divisas al exterior.
Sin embargo, las sucesivas renegociaciones del Plan Brady en adelante
desdibujaron los límites entre el endeudamiento suscripto en democracia y el
dilapidado por uniformados de facto.
Así, los planteos de quitas y refinanciaciones que se hacen hoy al más alto
nivel oficial no pasan por si es legítima la deuda o no, sino por la
posibilidad de afrontarla que tiene la economía argentina.
Se calcula en el mercado que los acreedores privados extranjeros aceptarían
una poda de
capital de al menos un 70 por ciento, para volver a cobrar los cupones que
quedaron arrumbados después de declararse la cesación de pagos en diciembre
de 2001.
¿A cuánto asciende entonces la deuda? Más allá del monto, que está por
encima de los 150 mil millones de dólares, lo que finalmente se pague
dependerá de la negociación de esa quita, que afectará a bonos por unos 45
mil millones, y que el Gobierno busca acelerar para cumplir con uno de los
más importantes pedidos del FMI.
En lo inmediato, el Presupuesto 2003 prevé desembolsos por unos 14 mil
millones de pesos para hacer frente a los pagos del año solo para organismos
multilaterales.
La pauta se asienta en el acuerdo alcanzado con el Fondo y la refinanciación
de unos 11.000 millones de dólares que vencen hasta agosto con las entidades
mundiales. Esto después de la cesación de pagos con los privados declarada
en diciembre de 2001, lógico desenlace de un año en el cual el riesgo país
marcó la febril agenda económica y financiera.
El mercado financiero internacional, en tanto, no augura tiempos más
felices: la retirada del capital de América Latina, según estudios de la
CEPAL, no se revertirá en 2003, y la crisis estadounidense, que el
presidente George W. Bush no logra conjurar ni siquiera con los miles de
millones de dólares que inyecta a través de la industria armamentística,
seguirá con sus coletazos en la región.

Los flujos de capitales privados hacia el sur del río Bravo disminuyeron
casi un 50 por ciento en un año, de 48 mil millones de dólares en 2001 a 25
mil millones en 2002, según el Instituto de Finanzas Internacionales (IFI),
que agrupa a los grandes bancos y prestamistas del mundo.
En ese contexto, poco parecen tener de "emergentes" los mercados de la
periferia que recibieron ese mote en Wall Street después de la crisis del
Tequila, cuando las casas de inversión lanzaron su campaña publicitaria de
América Latina, para revertir el temor que el tifón mexicano había
despertado en sus clientes.
El Fondo Monetario, creado hace casi sesenta años con fines muy distintos de
sus funciones actuales, tampoco logra atenuar la crisis. Su plan de "quiebra
soberana" -caballito de batalla de la subdirectora Anne Krueger- no logró el
consenso de los países accionistas ni de los inversores más fuertes, y fue
visto como una mera maniobra de evasión por parte de quienes se suponía
aportarían la solución estabilizadora para los desbalanceados flujos de
dinero en el planeta.
El problema de la deuda, claro está, trasciende las fronteras argentinas,
pero dentro de ellas se manifiesta en primer término en la dificultad de las
empresas y particulares de encontrar financiamiento. Así, indirectamente,
repercute en los niveles de empleo, inversión, distribución del ingreso,
pobreza e indigencia. Por eso la importancia de rediscutir el endeudamiento,
y con él la política económica pasada, presente y futura.