Argentina: Víctimas de una privatización salvaje



Argentina: beneficios del neoliberalismo



Radio Nederland


"Se acabó papito patria, se acabó papito Estado, acá mandamos nosotros que
somos los que tenemos la plata" intimaron a Néstor Quinteros en la gerencia
de Telecom SA que junto a la cúpula de Telefónica -tras la adquisición de la
empresa pública ENTel-, implusaron una política corporativa de aprietes y
torturas psicológicas para que los antiguos empleados telefónicos acepten
los retiros voluntarios.

Entre 1995 y 1997, la estrategia de presión realizada por ambas empresas
provocó trastornos físicos, psicológicos y hasta intentos de suicidio en por
lo menos diecisiete telefónicos. Muchos sufrieron iguales consecuencias pero
no difundieron su caso. Otros no soportaron las presiones y terminaron
aceptando el retiro. No fue el caso de Néstor Quinteros quien aun trabaja en
la empresa luego de haber sufrido una hemiplejía y trastornos cardíacos.

La privatización de ENTel

El Gobierno de Carlos Menem continuó durante los años noventa el proyecto
económico neoliberal instaurado durante la dictadura del General Jorge
Rafael Videla, en 1976. Mediante la desarticulación del Estado de Bienestar,
la apertura del mercado interno y la flexibilización de la legislación
laboral, se pensaba atraer inversiones extranjeras para iniciar una veloz
campaña de privatizaciones que brindarían a la sociedad los "beneficios" del
mercado global.

En este contexto, la empresa pública de telecomunicaciones (ENTel) fue la
primera en ser privatizada. France Telecom y Telecom Italia tomaron el
control de las redes que abarcan el norte de la Argentina, mientras que la
región sur del país pasó a formar parte del holding de Telefónica de España.
Cuando se firmó el contrato de transferencia, en 1990, ENTel poseía 40.772
trabajadores. En 1999, sólo quedaban 19.461 empleados. Semejante reducción
no se debió ni a despidos justificados ni arbitrarios, sino a la
implementación de la política de retiro voluntario.

El Retiro (In)voluntario

El retiro voluntario consistía en ofrecer al trabajador una indemnización
mayor a la que le correspondía (algunas veces hasta un 300% más). Por lo
general, se trataba de empleados con más de veinte años de servicio,
arraigados a la empresa y con escasas posibilidades posteriores de inserción
en el mercado laboral. Ante la negativa de muchos empleados a esta forma
involuntaria de retiro, la estrategia de las empresas varió y se tornó más
agresiva.

Estos "renuncias" tenían por fin llenar las empresas de trabajadores
"flexibles" de menor costo, contratados por fuera de los convenios
gremiales, que admitiesen la pauperización de sus condiciones laborales y
horarios superiores a las 8 horas. Además, buscaban tercerizar la mano de
obra, para que firmas fantasmas se responsabilicen legalmente de sus
empleados. Sin embargo, muchos contaron que los primeros en ser "invitados a
retirarse" voluntariamente fueron aquellos trabajadores que militaban en las
bases del sindicato telefónico, mientras, la cúpula manejada por Julio
Guillán, se pasó a las filas del menemismo (que con el nombre de
"Justicialista" aplicó medidas neoliberales) y no sólo apoyó los planes de
la empresa sino que se llevó comisiones por cada trabajador "retirado
voluntariamente".

Los "Inducidos"

Aníbal Vázquez -empleado de Telefónica y delegado del sindicato de
telefónicos F.O.E.T.R.A. Capital- narró que: "Muchos compañeros se fueron
ingenuamente, pero otros se fueron después de haber pasado procesos
tortuosos con traslados, con un trato muy feo por parte de la jefatura". Las
presiones comenzaban durante las entrevistas en el Departamento de Recursos
Humanos, donde el empleado era forzado a aceptar el retiro mediante buenas o
malas maneras. En la jerga de los ejecutivos de Recursos Humanos de
Telefónica, los empleados presionados eran denominados como "inducidos".

El propio gerente de personal de Telefónica, Daniel Di Fillipo -por medio de
una circular interna enviada el 4 de febrero de 1997 a los ejecutivos
Roberto Pace, Daniel Arrigo y Domingo Chiarello- solicitó que le manden al
edificio Culpina "a cualquier inducido" para empezarlos a "entrevistar hoy
mismo".

En la circular, Di Filippo decía "Yo puedo ir todas las mañanas a
entrevistar gente". Los coloquios eran arduos. Incluso, el Gerente de
Personal manifestó en ese documento que por día"hasta 3 me banco". Además,
figuran los nombres de 39 trabajadores de los cuales, Di Filippo sugiere
comenzar a "elegir de la siguiente lista".

En la lista de inducidos figuran Héctor Hugo Loiacono y Graciela Noemí
Pegazzano. Según un informe de 1997 de la Mesa de Enlace de Trabajadores de
FOETRA, Loiacono fue "citado a retiro voluntario en reiteradas
oportunidades, intentó suicidarse bajo un profundo estado de depresión".
Pegazzano, por su parte, fue "citada al retiro voluntario (...) presionada
en forma continua, adolecía de trastornos estomacales. Falleció como
consecuencia de una hemorragia estomacal."

Traslados compulsivos

Otra manera de coaccionar a los trabajadores eran los traslados compulsivos
a zonas muy alejadas del radio en el que vivían. Telefónica solía enviar sus
trabajadores de la ciudad de Buenos Aires a la provincia de San Luis (700
kms) y Telecom a la inhóspita provincia del Chaco situada a 1.000 kms de la
capital argentina.

Asimismo, el empleado de Telecom, Néstor Quinteros, durante enero de 1996
fue notificado de su traslado mediante un telegrama. "Me dijeron prepárese
que usted tiene que ir a Presidente Roque Saenz Peña, el Chaco, le vamos a
pagar el transporte en avión y el transporte de todos sus muebles".
Quinteros debía elegir entre erradicarse o aceptar el retiro. Ante las
autoridades de la empresa argumentó: "Yo necesito seguir trabajando y el
retiro voluntario no lo voy a aceptar. Lo que sí yo quiero saber es porqué
me mandan a ese lugar; porque yo no he cometido delito alguno, ni nada por
el estilo".

La lacónica respuesta que recibió por parte de una funcionaria de Telecom
(que no quiso ser entrevistada para la investigación) fue: "Acá se acabó
papito patria, se acabó papito Estado, acá mandamos nosotros que somos los
que tenemos la plata". Importante es agregar que los altos funcionarios
parecían desconocer que por esos días Telecom no tenía ninguna dependencia
en Presidente Roque Saenz Peña, Chaco.

El corralito

Néstor Quinteros no aceptó ni desarraigo ni el retiro ¿voluntario?.
Entonces, la gerencia de Telecom provó otra técnica de apriete -también
utilizada en Telefónica- que consistía en trasladar a grupos de 10 ó 20
trabajadores, desde su lugar habitual de trabajo hasta otra dependencia de
la empresa donde eran obligados a quedarse en una oficina vacía, sentados
ocho horas frente al escritorio, sin asignarles trabajo. Sometidos a una
terrible presión psicológica, los empleados se sentían agobiados por la
incertidumbre e inútiles por cobrar un sueldo sin trabajar. Los empleados de
Telecom bautizaron al edificio de la calle Forest 1276 en Buenos Aires, que
la gerencia solía destinar a esta forma de coacción, como "el corralito".

Quinteros relató que las directivas de la compañía fueron: "quédense de
brazos cruzados, pueden pasear por acá adentro, no pueden salir a la calle,
solamente cuando la jefatura de Telecom se lo indica van a ir a tratar con
la gente que le da el dinero por la indemnización que les pertenece.
Mientras tanto tenemos plata para pagarles uno o dos años sin hacer nada."

Juan Bernabé Roldán, que también estuvo en "el corralito" contó que "la
tarea era mirarse unos a otros sin ningún tipo de tareas y llamarlos
directamente a la oficina Stomba (sic) donde estaba Recursos Humanos, para
con "distintas chicanas" intimidarlos para hacer un retiro inducido".
Además, el gremialista telefónico Carlos Solessi, agregó que los gestores de
los retiros voluntarios hablaban con las esposas de los empleados y las
persuadían para que ellas indujeran a sus maridos a dimitir. Entonces, la
presión continuaba después del horario de trabajo, en las casas.

Una circular interna enviada en abril de 1997 comprueba que Telefónica
también empleó técnicas de presión similares al "corralito". El ejecutivo
Edgardo Apesteguía ordenó a otros gerentes que: "los inducidos y sin perfil
no deben tener contacto con el cliente, por lo que sólo pueden hacer tareas
menores y que en lo posible le resulten disgustantes." Este axioma fue
aplicado con Susana Cerviño, empleada de Telefónica, quien -según un informe
elaborado por el sindicato de telefónicos- "estuvo un año encerrada en una
oficina sin que se le asignara tarea alguna". Actualmente, Cerviño se
encuentra en un grave cuadro psiquiátrico producto de las fuertes presiones
sufridas, que -entre otras cosas- la llevaron a intentar suicidarse
disparándose tres tiros.

El Caso Quinteros

La siguiente fase de presión era trasladar a empleados dedicados a labores
técnicas en la vía pública a sectores donde necesitaban conocimientos
específicos que ellos no poseían. Después de pasar por el trauma del
corralito, Néstor Quinteros, que durante más de veinte años trabajó en la
vía pública como operario de instalación y mantenimiento fue enviado al
"110". Un sector destinado a la atención al público, altamente informatizado
y con un desgastante ritmo de trabajo.

La nefasta estrategia de Telecom para emplujar a sus empleados al retiro
voluntario se vislumbra en la declaración de Quinteros: "Yo sé trabajar con
cualquier clase de herramientas manuales y me mandaron a trabajar a una
computadora. Me dicen: usted en diez días me va a tener que manejar la
computadora, y yo digo ¿Cómo hago?, yo no tengo estudios de esto, ni
siquiera conozco una máquina de escribir; le digo la verdad yo tengo sexto
grado a garrotazos".

Aníbal Vázquez, describió la metodología practicada en Telecom: "Tomaban por
ejemplo a personal que hacía veinte o treinta años que estaba haciendo una
determinada tarea y que era eficiente en lo que hacía y lo ponían atrás de
una computadora. Y acá el tipo no sólo que no entendía sino que era algo
tortuoso para él". Es decir, la empresa conseguía que el empleado se
autoflagelara y se desanimara con la nueva tarea para que -finalmente-
acepte el "aliviador" retiro voluntario.

En este caso, la presión fue tal que Néstor Quinteros pidió el traslado. "Me
sentía muy mal, no podía dormir, tenía dolores en el cuerpo, en la nuca y
transpiraba...". El 8 de marzo de 1996 eleva una nota a la gerencia
solicitando regresar a su habitual puesto de trabajo porque "se me hace
dificultosa mi adaptación". La respuesta de la empresa nunca llegó.

Diez días después, Quinteros fue trasladado al Sanatorio Mitre debido un
pico de presión que lo dejó hemipléjico. La doctora Mariana Xiera certificó
que recibió al paciente "en contexto de importante stress psicológico".

En la actualidad, Quinteros tiene problemas emocionales, picos depresivos y
un estado cardíaco delicado. El papel que cumplió Telecom en la salud de su
empleado es condensado en un estudio del Doctor Raúl Bassi: "De acuerdo a la
doctrina médico legal, nos encontramos en presencia de la relación
``concausal´´ entre las presiones psíquicas a las que fue sometido el Sr.
Quinteros, las que actúan como factor desencadenante de las afecciones
padecidas."

Muchos de los actuales telefónicos ignoran los hechos sucedidos entre 1995 y
1997 debido al silencio de la Justicia y la prensa. Pero, después del
"colapso argentino" se oyeron voces de advertencia. Debido a los 4 años de
recesión y a la fuerte devaluación monetaria, los ingresos de ambas
compañías cayeron. Cómo indica la primer regla del managment, las gerencias
optaron por reducir los costos. Con este panorama, la dirección de
Telefónica anunció un recorte de un 18% en gastos de personal.
Paralelamente, ofreció nuevos planes de retiros voluntarios y durante los
últimos meses de 2002 aplicó la técnica de presión denominada "el corralito"
contra tres empleados veinteañeros que pretendían conservar su primer
trabajo, mientras la desocupación en Argentina supera al 20%.

Soledad Meneghini, Angel del Re, Leonardo Mora Doldán, Felipe Real