Argentina: . Hombres empetrolados en El Neuquén



 Antonio Elio Brailovsky*

Todos estamos habituados a ver por televisión diversas especies de
aves empetroladas. Pingüinos, gaviotas y cormoranes con las alas
negras y el pico pastoso son imágenes que han dado la vuelta al mundo
y son hoy símbolo de la contaminación. Se sabe mucho menos, sin
embargo, de los seres humanos empetrolados, víctimas de la misma
negligencia.

Al hablar de derechos humanos, tenemos que recordar que en cualquier
sociedad la gente que no tiene acceso a la vivienda, al trabajo, a la
educación o a la salud es la misma que no puede respirar aire limpio,
beber agua potable y que vive sobre suelos contaminados.

Déjenme que les cuente una historia. Acabamos de regresar de un viaje
a la provincia del Neuquén, en un punto del inmenso desierto
patagónico. Allí recorrimos el yacimiento gasífero y petrolero Loma de
La Lata, el más importante del país y uno de los mayores de América
Latina, a cargo de la empresa española Repsol, la actual dueña de YPF.
Durante su largo período de administración estatal, YPF estuvo
concebida como una empresa que promovió el desarrollo regional, como
una manera de compensar los daños que su actividad provocaba sobre el
terreno. Hoy la única función YPF es extraer hidrocarburos y llevarse
las ganancias al exterior, ya que sus dueños no están obligados a
reinvertirlas en el país, ni mucho menos a compensar los daños que
provocan. Las consecuencias ambientales de esta actividad minera son
tan graves, que resultan difíciles de imaginar.

El paisaje es opresivo. En la árida meseta patagónica aparecen, como
juguetes dispersados por un gigante, las bombas de extracción del
petróleo, las "cigüeñas de acero", como dice el poeta Armando Tejada
Gómez. El paisaje está herido por caminos y picadas, y surcado de
caños en todas direcciones. Cada tanto, un mechero inmenso quema los
gases sobrantes: "Antes no los quemaban. Hasta hace poco, vivíamos
todo el tiempo con los olores de estos gases", nos dice el guía.

En ese lugar, la empresa Repsol-YPF explota los recursos mineros en el
mismo sitio en el que viven dos comunidades mapuches. Mapuche
significa "gente de la tierra"; para ellos, la vida es inimaginable
fuera de sus tierras ancestrales. Por eso, no tiene sentido
comprárselas y enviarlos a otro lado. "El hombre pertenece a la
 tierra", dice el jefe de las comunidades mapuches, y suena realmente
extraño, por esas vueltas de la vida, escuchar aquí a un indio
verdadero citar las palabras de un indio apócrifo, inventado por un
guionista de Hollywood y repartido en todo el mundo por las Naciones
Unidas.

La empresa asegura que el agua subterránea no está contaminada, pero
los pobladores se quejan de enfermedades provocadas por beber de una
napa en la que se han dejado filtrar las aguas de purga de la
explotación. Hoy esos pobladores tienen plomo y mercurio en la sangre,
y, después de un juicio, la empresa debe proveerles de agua potable en
bidones. Sin embargo, ¿con qué agua se bañarán? ¿Qué beberán los
animales, que hoy están muriendo? Acabo de ver morir a cabritos que
nacieron deformes. Tal vez la explicación esté en los arroyos: el agua
es espesa y las plantas acuáticas tienen un borde aceitoso.

"¿Cómo les explican ustedes a los animales que no tomen el agua de los
arroyos?", me pregunta uno de los mapuches. En el informe realizado
por el equipo técnico que asesora a estas comunidades, aparecen
referencias a nacimientos deformes de animales domésticos y también al
temor de que ocurra lo mismo con los seres humanos: "Esto que les han
dicho a las mujeres, que no pueden tener familia, nosotros lo hemos
visto en los animales", dice uno de los testimonios. "Han salido
animales afectados, que al nacer pelados no sabemos si son chivos o
ratones, o animales que parecen canguros. El año pasado tanta fue la
pérdida, se murieron tantos chivos... Salieron animales sin cabeza,
con las dos orejas y sin la cabeza; puras orejitas, y eso es lo que se
está viendo hoy día."

"Más temor con las mujeres. Si los animales salieron con ese defecto,
qué podemos esperar con las personas", dice otro testimonio. "Es algo
terrible que ni un padre ni una madre pueden soportar. Por eso las
mujeres y los hombres nos tenemos que cuidar. El nuevo problema que
tenemos es que los chicos van a ser hombres y mujeres, y no sabemos si
van a poder tener hijos.."

Un derrame de petróleo aparece primero como una mancha sobre el
terreno, una sustancia semejante a barro negro que va desparramándose
sobre el suelo. Al principio, la velocidad horizontal es mayor que la
vertical, la mancha se expande primero y, después, poco a poco, va
absorbiéndose. La distribución del contaminante depende del tipo de
suelo y de los desniveles que tenga el terreno. Nosotros no podemos
ver lo que pasa debajo de la tierra, pero las plantas lo perciben y
nos lo muestran.

Hay plantas que alargan sus raíces hasta alcanzar la napa freática (es
decir, la primera napa de agua subterránea). Se las denomina
"freatófitas". Esas plantas van descendiendo por la tierra hasta que,
en vez de agua, encuentran petróleo. En ese momento mueren envenenadas
y se quedan secas en su sitio. El manchón de jarillas secas en
superficie tiene la exacta forma de la mancha de petróleo debajo del
suelo.

Hasta hace poco, la empresa sostenía que el agua de las napas no
estaba contaminada. Recorremos la zona; cada tanto, unos tubos
permiten acceder a la napa para analizarla. Uno de los indios arroja
un tachito con una cadena dentro. Se escucha una salpicadura en el
fondo y poco después vemos un agua oscura. "¿Les parece que esto es
potable?", pregunta. "La empresa siempre dijo que sí. Veamos." Vuelca
un poco del agua oscura sobre una piedra, le acerca un fósforo y el
agua arde en una alta columna de fuego.

Más allá, las piletas de petróleo han sido tapadas con tierra en vez
de saneadas y en cualquier lugar hay tanto petróleo en la superficie
que el suelo mismo puede arder.

A partir del juicio efectuado por las víctimas, acaba de construirse
una planta de distribución de agua corriente. La toman del río
próximo, que también está sospechado de estar contaminado. Los
colaboradores de los mapuches estudian los planos de esa planta y
descubren que no tiene previsto ningún procedimiento para depurar el
agua de los hidrocarburos que pueda contener. Sólo una cloración
elemental, lo que agrava los riesgos, ya que los compuestos clorados
de hidrocarburos son más peligrosos aún que los hidrocarburos mismos.
Los representantes de las comunidades afectadas me informan que se
niegan a beber un agua que no ofrece las mínimas garantías de
potabilidad.

Los pobladores que no son indios no han sido mejor resguardados por la
empresa. A poca distancia del borde del área en explotación se
encuentra la localidad de Añelo, un pequeño pueblo perdido en el
desierto. La mayor parte de sus habitantes se queja de fuertes dolores
en las articulaciones. Añelo tiene un tanque de agua municipal que
distribuye el líquido sin tratamiento alguno.

Estamos en la casa de una familia de pobladores. Dentro del depósito
del baño el agua huele a hidrocarburos. En los bordes el agua ha
dejado un residuo negro y pastoso. "Lo limpiamos hace un par de meses"
, dice el dueño de casa, quien tiene residuos semejantes en su
organismo. "Los meses que podemos pagar agua envasada nos sentimos un
poco mejor", agrega, "pero ya tenemos la contaminación dentro del
cuerpo." Estos vecinos han sido amenazados por denunciar el estado del
agua, amenazas que se extendieron también a los farmacéuticos que la
analizaron.

En todas partes, la explotación petrolera provoca desastres
ambientales, pero en muy pocos lugares del mundo se han tolerado
abusos tan graves como en Neuquén. ¿Acaso porque las víctimas son
pobres o son indios a nadie le importa? ¿Hay conductas racistas en
este infierno contaminado? ¿O tal vez esta negligencia esté expresando
la decadencia de un sistema político puesto al servicio de las
empresas internacionales?

*Defensor adjunto de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos
Aires

http://www.ecoportal.com.ar/articulos/lomalata.htm

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Nello

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