Riesgo Brasil: Frei Betto



ALAI, América Latina en Movimiento
2002-06-17

Frei Betto escritor, autor, conjuntamente con Emir Sader, de
"Contraversões - civilização y barbárie na virada do século" (Boitempo),
entre otros libros.

Se habla de "riesgo Brasil" como si este país ya no estuviese naufragando en
alarmantes índices sociales. El riesgo es proseguir en el mismo rumbo,
profundizando aún más la desigualdad social y la exclusión de la mayoría de
la población. No somos nosotros los que debemos temer ser mañana la
Argentina de hoy. Es la nación vecina que teme ser mañana el Brasil de hoy.
Basta recordar que la población argentina (cerca de 36 millones) es inferior
al número de brasileños que viven bajo la línea de la pobreza. Las dos
naciones ya no soportan gobernantes indiferentes a la esfera social. Allá,
los cuenta ahorristas no pueden sacar sus depósitos bancarios. Aquí, el
Banco Central redujo el rendimiento de los fondos. Allá, se sale a las
calles. Aquí se prepara para ir a las urnas.
Brasil es la décima economía del mundo. Somos, por lo tanto, una nación
rica, que desentona de las demás por soportar un altísimo índice de pobreza.
De la población brasileña, ¿cuántos viven en situación de miseria? Para el
Banco Mundial, 15 millones; para el Instituto de Investigación de Economía
Aplicada (Ipea), 22 millones; para el Instituto Ciudadanía, 44 millones; y
para la Fundación Getúlio Vargas, 50 millones. Estadísticas aparte, basta
abrir la ventana para ver el triste panorama bajo los puentes.
Por encima de la línea de la miseria, sobreviven 30 millones de personas más
con una renta mensual inferior a los 80 Reales. En total, son 53 millones de
brasileños bajo la línea de la pobreza.
Esa contradicción se debe al modelo económico adoptado por el gobierno
federal en los últimos ocho años, de acentuada concentración de la renta.
Del PIB -hoy, cerca de R$ 1 billón de reales-, el 21% es destinado al área
social. Ninguna nación de América Latina, exceptuando Cuba, gasta tanto en
lo social -R$6 de cada R$10 recaudados.
Ocurre que los pobres se quedan con la menor parte de ese dinero. De los
recursos pagados a los jubilados, casi la mitad va para el 10% de los más
ricos de la población. Solo 7% va para el 20% más pobres de la población.
Del presupuesto de la educación, las universidades públicas, que forman a la
élite brasileña, engullen cerca del 60%. Y solo 2% del área social es
destinado, por ejemplo, al saneamiento básico, imprescindible para reducir
la mortalidad infantil y la diseminación de enfermedades infecciosas, como
la fiebre amarilla y el mal de Chagas. Como dice Oded Grajew, de nada sirve
secar el piso si el techo está agujereado.
Uno de los índices para medir la indigencia es el de la Organización Mundial
de la Salud, que considera miserable a quien no dispone de recursos para
consumir 2000 calorías por día, indispensables para ser una persona
productiva. Eso implica el consumo diario de un panecillo y medio,
margarina, cinco cucharas de arroz, medio cucharón de frijol, un vaso de
leche, un bife de 100 gramos, medio huevo, tres cucharas de azúcar, aceite
de soya, harinas de trigo y yuca.
Es muy poco. Mejor dicho, es nada en un país que tiene comida de sobra. ¡La
cosecha de granos de este año debe pasar de 99 millones de toneladas! Como
observa Amartya Sen, premio Nobel de Economía, hay naciones en que la
miseria se da por la falta de alimentos, y otras en que lo que falta es
dinero en los bolsillos de la población, como es nuestro caso. Distribución
de la renta y reforma agraria, dos desafíos que ningún gobierno enfrentó en
la historia de Brasil.
Todo es indignante cuando se trata de fotografiar la indigencia del
brasileño. Sin embargo, algo más preocupante se destaca en el escenario:
según la Fundación Getulio Vargas, casi la mitad de los miserables (45%) son
niños y jóvenes que aún no cumplen 15 años de edad. El 17% tiene de 16 a 25
años. ¿Qué futuro tendrán los que escapen de la muerte precoz?
Como admitió el propio Fernando Henrique Cardoso, somos una nación injusta.
De los miserables del mundo, cerca de 830 millones de personas, el 3% se
encuentra en nuestro país. Sería poco si nuestro comercio exterior no
representase menos del 1% del movimiento mundial de compra y venta. Solo
para tener una idea: Suiza representó, en 1990, 6%. De acuerdo con el Ipea,
en la India es de 5 veces la distancia entre el 20% más rico y el 20% más
pobre; en los Estados Unidos, 8 veces; en México, 13 veces; en Chile, 18
veces; en Brasil, 33 veces.
Está probado que cuanto mayor el nivel de estudios de los padres, mayor la
escolaridad de los hijos. Invertir en la educación básica sería una de las
formas de desarmar los mecanismos de concentración de la renta en Brasil,
¡donde el 1% de la población detenta la misma cantidad de recursos que el
50% más pobre!
Además de la falta de reforma agraria efectiva, la de vivienda afecta al 12%
de la población (20,2 millones de personas). Brasil posee, de acuerdo con la
Fundación João Pinheiro, 44,9 millones de domicilios. Necesita 6,6 millones
más.
El riesgo Brasil será tanto mayor cuanto menos la nación se empeñe, este
año, en sacar del mapa electoral a aquellos políticos que no tienen
programas de reducción de la indigencia y de la exclusión social. A
propósito, la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB, por sus
siglas en portugués) está lanzando un mutirão (acción colectiva comunitaria)
nacional contra la miseria y el hambre. Y, en el caso de Brasil, ni se
precisa que haya la multiplicación de los panes. Basta repartirlos.









Nello

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