Venezuela: Delirio por armarse en zonas de Caracas



Frente de guerra de clasemedieros ante posible provocación de chavistas

ARTURO CANO /I ENVIADO
http://www.jornada.unam.mx/

Caracas, 29 de enero. Alerta roja. Frente a una ''simple provocación'' se
actuará así:

''Notificación en alta voz y por tres veces consecutivas que se van a
utilizar los equipos de defensa. Dicha notificación será precedida, si fuese
posible, por megáfonos, silbatos...

''Si no se obtuviere resultado favorable con el método anterior, se procede
a hacer una descarga al aire.

''Si a pesar de las medidas de alerta descritas no se consigue detener la
amenaza, se procederá a hacer uso de los equipos de modo resuelto y
enérgico."

Los ''equipos'', claro, son pistolas y escopetas, si no es que armas más
''contundentes''. Y las instrucciones no son para policías, si no para amas
de casa, médicos, maestros, empleados bancarios, abogados, todos habitantes
de las colonias residenciales de esta ciudad. Además de ser vecinos, tienen
otra cosa en común: han decidido armarse y convertir las calles en zonas de
guerra, listos como quieren estar para el momento en que los ''círculos de
la violencia'' -es decir, los simpatizantes del presidente Hugo Chávez-
''bajen de los cerros'' a atacarlos.

La semana pasada, la ola de rumores sobre el ''ataque inminente'' se
esparció de boca en boca, a través de correos electrónicos e incluso de los
medios de comunicación abiertamente opositores, que publicaron toda clase de
informaciones alarmistas, como la supuesta llegada de miles de bolsas negras
para cadáveres a los hospitales. Lo mismo sucede cada vez que se acerca una
acción importante del chavismo.

El jueves 23, día de la Gran toma de Caracas a cargo de los chavistas,
muchas de las colonias clasemedieras amanecieron convertidas en una suerte
de franja de Gaza caribeña: alambradas de púas, árboles derribados ex
profeso, tapas de coladeras fuera de sus sitios, vehículos inservibles a
manera de barricadas. ''En la urbanización donde vivo pusieron unos costales
de arena que hasta un niño podría brincar'', dice Tadeo Kosman, diseñador
gráfico y chavista clasemediero, en medio de risas.

Ciertamente, de no ser porque muchos de los asustados caraqueños están
armados hasta los dientes, algunas de las ''medidas de contingencia''
move-rían a risa. Los instructivos pegados en las entradas de los edificios,
o que se reparten en las reuniones vecinales, incluyen sugerencias como:
colocar colchones en las ventanas, congelar bolsas de agua para usarlas como
proyectiles, ir todos a la azotea en el caso de que ingresen extraños,
''echar aceite hirviendo en los pasillos'' y, por si algo faltara, grabar
todo en video. Pero por supuesto que no todo mueve a risa.

"Confrontación inevitable"

Las ventas de las 150 armerías que existen en el país registraron ''un
significativo incremento'' desde abril de 2002, dice un texto del Centro de
Estudios para la Paz de la Universidad Central de Venezuela.

La Policía Metropolitana calcula, según el mismo estudio, que sólo en el
distrito capital -con alrededor de 4 millones de habitantes- existen más de
600 mil armas con o sin registro. ''Las más demandadas son el revólver
calibre 30, pistolas de 9 y 10 milímetros y la punto 40''. Una porción de
los marchistas de la oposición ha copado las escuelas de tiro de Caracas en
los meses recientes.

Una vez a la semana, o con mayor frecuencia si la tensión crece amarrada a
los rumores, esos vecinos, que llevan meses aprendiendo a disparar, se
reúnen para discutir los detalles de su ''plan de contingencia''.

La Jornada obtuvo copia de uno de esos planes -elaborado con la asesoría de
ex funcionarios de las policías y las fuerzas armadas venezolanas- de manos
de los vecinos de una de las colonias clasemedieras que se sienten
amenazadas.

Una variante de este plan, pero rasurada, se puede encontrar en
www.segured.com, la página de una consultoría dirigida por Franklin
Chaparro, funcionario de Fedecámaras, la cúpula empresarial punta de lanza
opositora, y ex funcionario de la Disip (mejor conocida como policía
política).

El plan va desde las medidas más simples de prevención hasta la revelación
de que en esa colonia ya se ha formado un "equipo de defensa", que no es
otra cosa que un grupo armado que, llegado el momento, enfrentará a "los
violentos". A los otros violentos, como acota el Centro de Estudios para la
Paz.

Los vecinos que diseñaron el plan son parte de la oposición que marcha en
las calles con la bandera de ser "cívica, pacífica y democrática".

Sin embargo, llegado el momento de la "alerta roja" -las hay también
amarilla y naranja- actuaría según órdenes y recomendaciones como las
siguientes: "Se prohíbe el desplazamiento de vecinos por las calles";
"cualquier persona que no esté debidamente identificada que sea observada
con equipos de defensa en las calles puede ser considerada sospechosa y
poner su vida en peligro".

¿Libre tránsito? "Será bastante improbable salir de la urbanización y por
ningún motivo se le recomienda".

La "alerta roja", dice el plan, "se activará cuando se haya comprobado que
el acontecimiento o disturbio en las comunidades vecinas ha desbordado la
capacidad de los organismo de orden público (policías municipal y
Metropolitana y Guardia Nacional), o que sea inminente su comienzo dentro de
la urbanización por la actuación organizada de personas o grupos violentos".

La "comunicación" de la alerta se hará mediante silbatazos, campanadas y
"motorizados con megáfonos", además de correo electrónico. En ésta se da el
supuesto de que el "asedio de grupos violentos" es un hecho y, por tanto,
"la confrontación es inevitable".

La guerra civil

Según el "plan de contingencia", los vecinos bloquearán con sus autos las
entradas a la colonia y a sus viviendas. Las familias se refugiarán en un
"área segura" y tendrán a mano velas, cerillos, radio, linterna, pilas y
extintores de incendios.

Mientras las familias se resguardan, "el grupo de protección comunitaria,
conformado por vecinos debidamente autorizados y claramente identificados,
ubicado en sus posiciones, se prepara para la confrontación". En el plan se
informa que el "grupo de protección comunitaria" ya existe.

Isabel de Blanco, ama de casa cincuentona, no ha faltado a una marcha
opositora, dice: "Chávez quiere ser él y su bendita revolución, con el mismo
concepto que Fidel Castro, destruir al país, que los que puedan se vayan y
él se hace eterno en el poder".

En su colonia, donde es presidenta de la Asociación de Vecinos, hay también
un "plan de contingencia".

-¿Hasta dónde están dispuestos a llegar?

-Hasta defender nuestras vidas dentro de nuestras casas, jamás en la calle.

La señora Isabel es acompañada por dos de sus vecinos. Como muchos
opositores, ellos hablan de "ataques", de "violencia" de los grupos afectos
al gobierno.

Se les pregunta cuáles ataques han sufrido directamente. Responden que
ninguno, en realidad. Pero hablan de que últimamente han visto "gente
extraña" en su colonia, que circulan por ahí "grupos de motociclistas", que
hay "gente con micrófonos, grabando", en suma, "cosas que no son normales".
Pero nada más.

El desarme según los amigos

Celso Amorim, canciller brasileño, puso el dedo en una de las llagas de la
crisis venezolana cuando, el pasado viernes desde Washington, llamó a las
dos partes a desarmar la población civil.

El canal televisivo Globovisión se enlazó a CNN para transmitir en vivo las
conclusiones de la primera reunión del Grupo de Países Amigos de Venezuela.

Al escuchar al canciller Amorim, Leopoldo Castillo, conductor de un
noticiero, y fu-ribundo antichavista, no pudo evitar en-mendarle la plana al
canciller del Brasil: "Grupos armados nada más tiene un nombre, ¿eh?", dijo,
en referencia a los "círculos bolivarianos" que los líderes opositores y los
medios llaman "hordas violentas".

Más allá de la propaganda opositora por televisión, incluso los alcaldes
contrarios al chavismo reconocen a los "grupos de autodefensa" como una papa
caliente.

"En varias comunidades están dictando talleres en los que pretenden armar a
la población civil con piedras, bombas caseras y cualquier tipo de artículos
que les permitan defenderse de la agresión de grupos oficialistas", dijo
hace poco, a El Nacional, Juan Fernández, alcalde de Los Salias.

El funcionario ha tratado de convencer a las asociaciones de vecinos de que
la seguridad es sólo un asunto de las autoridades.

Para el presidente Chávez, quien también reconoce el problema, se trata
simplemente de que los ciudadanos de clase media están siendo "víctimas de
las campañas terroristas de los medios de comunicación social", como dijo en
su discurso del jueves 23.

Rafael Alfonzo, dirigente de la Cámara de la Industria Agroalimentaria y
negociador opositor, admite: "La gente se está desbordando en ambas partes,
no se ve cómo van a controlar los liderazgos de los dos lados".

Autor con otros líderes opositores del llamado Plan Venezuela, que pretende
trazar las líneas del "país poschavista", Alfonzo piensa que Chávez
"capitalizó el odio y también creó el odio del otro lado".

Y quizá por ello, en la suerte de proyecto de país que ya maneja incluye un
capítulo que subraya la necesidad del desarme.

Coincide, a su modo, Ana María Sanjuán, directora del Centro para la Paz de
la UCV: "Cierto, es indispensable una política del Estado venezolano para
desarmar a la po-blación, pero en las actuales circunstancias cualquier
acción de desarme sería vista como un movimiento sospechoso".

Para Sanjuán, en la Mesa de Negociación sólo se ha planteado desarmar a un
sector, y pregunta: "¿Quién tiene más dinero para comprar más y mejores
armas? ¿Quién pue-de pagar entrenamiento en los sitios especializados? Las
armas no son patrimonio de los sectores populares, en modo alguno".

No está de más, asegura, recordar el poder de fuego que tenían personajes
como el vicealmirante Carlos Molina Tamayo, ex jefe del Consejo de Defensa
de las Fuerzas Armadas, e Isaac Pérez Recao, traficante de armas, ambos
involucrados en el golpe de abril.

Los orígenes

Los "planes de contingencia" se multiplicaron tras el golpe de Estado de
abril de 2002. Tras el regreso de Chávez al poder, dos hechos aislados, la
aparición "amenazante" de grupos de motociclistas simpatizantes del gobierno
en la cercanía de zonas residenciales, desataron la ola de rumores que dio
paso a la "autodefensa". Luego, ya no hicieron falta incidentes verdaderos.

Los "grupos de autodefensa" se fundaron, según una nota de El Universal, en
barrios como Prados del Este, Cumbres de Curumo y Manzanares, y se
extendieron a La Urbina, Los Dos Caminos, El Marqués y Los Palos Grandes.

Ahora, en cualquier restaurante clasemediero se pueden escuchar
conversaciones de gente que está segura de que los hospitales están repletos
de bolsas para cadáveres. El diario Tal Cual preguntó hace unos días a todos
los directores de los hospitales si la especie era cierta. Todos lo negaron.

Pero a estas alturas del conflicto, ya nadie cree ni en lo que ven sus
propios ojos. La verdad es el rumor. La verdad es el correo electrónico que
te manda "un amigo" advirtiéndote del "plan del gobierno" para "cierto día
de enero" y que habla de la "destrucción y toma de los medios de
comunicación, saqueos, asesinato de periodistas".

Con un tono quizá menos alarmista, la ola se ha ido extendiendo a otras
colonias lejos de las zonas ricas y de clase media alta.

En barrios del centro los vecinos también se han organizado -ahí sí sin
distinciones entre chavistas y opositores- para protegerse en caso de
"saqueos" como los ocurridos en el caracazo de 1989 (las protestas contra
las medidas económicas del presidente Carlos Andrés Pérez derivaron en
disturbios en los que las fuerzas armadas y policiales mataron a no menos de
500 personas).

En una reunión realizada en una de las colonias del centro los vecinos
rechazan discutir de política y se concentran en las medidas de combate a la
delincuencia o "contingencias mayores". Una señora afirma que es un error
echar "bombas de hielo" o piedras "porque las devuelven" y sugiere acopiar
mejor botellas y aceite hirviendo.

Pero en urbanizaciones de clase media, dice Ana María Sanjuán, las
propuestas llegan a extremos delirantes: "En una propusieron quitarle las
llaves de nuestras casas a los empleados domésticos. ¿Pero cómo le voy a
quitar las llaves a la persona en quien he confiado a mis hijos durante
años?"

En los últimos días, la prensa se ha hecho eco de los temores: El Nacional
recoge las contrastantes declaraciones de dos vecinos. Simón Pérez,
coordinador del plan de seguridad en El Marqués, dice: "Hacemos reuniones
para que los que tienen armas se conozcan y no se vayan a disparar entre
sí".

Una mujer que no da su nombre dice tener miedo, pues sus vecinos planean
bloquear las calles y prender fuego a los árboles y los terrenos baldíos.

Vecinos de otra zona convirtieron en "hospital" un salón de fiestas: "Allí
tenemos medicamentos para atender a unos 20 heridos de bala", dijo un vecino
a Tal Cual.

En la zona popular de Petare los rumores también corren: "La gente también
habla de que los de Miranda -una urbanización clasemediera- los van a ir a
matar".

Y también se preparan.

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Nello

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