Bolivia: Entrevista a Harry Mondaca, de la Coordinadora de Defensa del Agua de Cochabamba



30 de enero del 2003

Diálogo o guerra social
Raúl Zibechi



La rebelión que protagonizan diferentes sectores sociales bolivianos resume
dos décadas de cambios sociales, culturales y productivos que le cambiaron
la cara al país y modificaron las tradicionales formas de acción del
movimiento obrero. La Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida de
Cochabamba representa una nueva forma de articulación del fragmentado
escenario social boliviano. Emergió en abril de 2000, a través de una
potente rebelión que obligó al gobierno de Hugo Banzer a dar marcha atrás en
la concesión del servicio de agua a una empresa privada extranjera.

Harry Mondaca, 49 años, maestro, integrante de la coordinadora, visitó
Montevideo en el marco de la campaña en defensa del agua que realizan en
Uruguay la ong Redes y el sindicato de ose. Según Mondaca, el enfrentamiento
actual entre sectores del pueblo boliviano y el gobierno representa la
continuidad de la protesta social que se viene registrando a lo largo de los
tres últimos años y que tiene su epicentro en las políticas oficiales de
privatizaciones, la erradicación forzosa de la hoja de coca y en la
subordinación a los intereses de Estados Unidos en la región.

¿Cuáles son las causas del actual levantamiento en Bolivia?

Al gobierno se le planteó con anticipación que diera respuestas a los
problemas sectoriales y generales que dejó pendiente el gobierno anterior.
No olvidemos que Gonzalo Sánchez de Losada accede al poder en un clima de
honda insatisfacción y amplia movilización social. Subió en agosto de 2002,
pidió noventa días de tregua y le dimos cinco meses, pero el gobierno no dio
ninguna respuesta. El 13 de enero venció el plazo y comenzaron las
movilizaciones en un clima de creciente malestar.

¿Cuáles son las demandas del movimiento y cuáles los principales problemas
sociales del país?

Los problemas existen en todos los sectores. Los jubilados, por ejemplo,
hicieron una marcha hacia La Paz porque muchos no se pudieron jubilar y a
otros les han robado las jubilaciones. La marcha de la tercera edad, de
Oruro a La Paz, atravesando alturas y zonas heladas, fue duramente
reprimida.

Pero me gustaría destacar los grandes problemas generales. La entrada en
vigor del ALCA supondrá la liquidación de la escasa industria que queda en
Bolivia. Además, está el gravísimo problema del gas, que puede ser un medio
de desarrollo del país. Bolivia tiene dos opciones: exportarlo hacia Estados
Unidos a través de un oleoducto que llegaría a la costa de Chile, o
vendérselo a Brasil que paga más del doble. Pero los gobernantes están a
favor de la primera opción, pese a que es evidente que perjudica al país.
Por otro lado, existe la demanda de reestatizar -las empresas privatizadas,
los ferrocarriles, el petróleo, la línea aérea y las telecomunicaciones-
pero ahora bajo control social para evitar la corrupción y el clientelismo.
Los campesinos, por su parte, reclaman tierras productivas y una nueva
reforma agraria. Por último está el tema de la erradicación forzosa de la
coca. Nosotros no somos culpables del proceso que convierte la milenaria
hoja de coca en cocaína, los campesinos no consumen cocaína, y los productos
para fabricarla, los llamados precursores, llegan desde Estados Unidos. La
erradicación forzosa viola la soberanía boliviana.

En Bolivia se está aplicando un plan similar al Plan Colombia: la
militarización del país y la intervención yanqui directa con el objetivo de
dominar la biodiversidad de la zona del Chapare, que es casi tan rica como
la zona del Putumayo al sur de Colombia.

¿Cómo ha reaccionado hasta ahora el gobierno?

De la forma tradicional: por un lado busca cooptar dirigentes, y hasta
comprarlos, para desarmar la lucha, desmovilizar a las bases y
desmoralizarlas. Por otro, intensifica la represión y dice que se trata de
una lucha por la coca, que nosotros somos "coqueros". Pero en la nueva
realidad que vive el país este discurso y esas prácticas no tienen el
impacto que tenían antes. Los cambios sociales, culturales y productivos que
se han producido en las últimas décadas invalidan la forma clásica de
accionar de las clases dirigentes.

Si el gobierno no cede, la confrontación será más aguda. Se ha formado un
comando o estado mayor de la rebelión social integrado por los dirigentes de
todos los sectores movilizados, con el objetivo de coordinar y darle mayor
contundencia al movimiento. Es la forma como reaccionamos al estado de sitio
y la militarización de la calle. Vamos hacia una confrontación más fuerte o
hacia la apertura de un diálogo.

¿Qué ha pasado en Bolivia para que se hayan roto viejos tabiques como el que
tradicionalmente dividió a obreros y campesinos, a indígenas y clases
medias? ¿Cómo se ha superado la ancestral fragmentación del movimiento en
una sociedad que fue casi estamental como la boliviana?

La confluencia actual, aunque parezca curioso, la promovió el
neoliberalismo. En 1985 el neoliberalismo irrumpe de forma brutal a través
de la ley 21.060, que impone un modelo económico de apertura que llevó al
cierre de las minas, el principal ingreso del país. Fue un golpe muy duro,
que destruyó al proletariado minero, que era la columna vertebral del
movimiento popular.

El nuevo modelo hizo estallar además a la Central Obrera Boliviana (COB),
que había adquirido tal poder que ningún gobierno podía tomar una decisión
sin consultarla. Pero ese sindicalismo era caudillista y negociaba por
detrás de los trabajadores. Todo ese entramado se vino abajo de golpe.

Ya en abril de 2000, cuando el levantamiento de Cochabamba por la
privatización del agua, las bases emergieron creando la Coordinadora de
Defensa del Agua y de la Vida. Es la primera instancia que aglutina a todos
los sectores, sin dirigentes o con una nueva dirigencia surgida desde abajo,
sin los viejos caudillos cuyo modelo fue el dirigente minero Juan Lechín, y
con la participación de todos los sectores sociales. En la coordinaddora hay
desde obreros fabriles y maestros organizados en sindicatos hasta
campesinos, jubilados, jóvenes, profesionales y vecinos de los barrios.

Está haciendo referencia al surgimiento de nuevos actores, los indígenas,
los jóvenes y las mujeres.

Es un proceso que se viene dando desde el movimiento por el agua de abril de
2000 y que precisamente emergió en Cochabamba. Luego se profundizó cuando el
levantamiento aymara- campesino que fue acompañado por todos los sectores,
rurales y urbanos, trabajadores y capas medias. En ese momento, en el año
2001, el gobierno de Banzer tuvo que retroceder.

Los jóvenes y las mujeres vienen siendo los protagonistas más destacados
desde aquel momento. Pero mientras los jóvenes tienen un nuevo protagonismo,
para las mujeres no es más ni menos que recoger viejas tradiciones de
presencia femenina en el mundo popular e indígena. Por otro lado, la
existencia de formas de organización más flexibles facilita la incorporación
de esos nuevos actores. En este momento se están organizando, por primera
vez, las empleadas domésticas.

¿Hasta qué punto Evo Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS) constituyen
un nuevo liderazgo?

Morales es un líder que surge desde abajo, pero que se consolida gracias a
las torpezas del gobierno, al quitarle el fuero parlamentario durante la
anterior legislatura. Luego se dio la intervención descarada del embajador
de Estados Unidos, Manuel Rocha, que llamó a no votar por Evo porque sería
votar por el narcotráfico. Y la tercera barbaridad la volvió a cometer Rocha
cuando fue al Parlamento a presionar a los diputados para que no eligieran a
Evo como presidente. Nunca se había dado una intervención tan descarada en
los asuntos internos de Bolivia.

¿El gobierno de Lula en Brasil puede contribuir a pacificar la situación en
Bolivia o a promover un cambio de rumbo?

No soy optimista, como no lo son mis compañeros. La relación de fuerzas
dentro de Brasil, pero sobre todo la regional, con el claro ejemplo de
Venezuela, indican que los cambios de fondo van a ser muy difíciles. La
posibilidad de promover el caos económico o el caos político- militar, como
en Colombia, parece ser una de las opciones de la superpotencia. Es el mejor
camino para imponer el ALCA, y ante esa opción sólo cabe la unidad
latinoamericana. Por eso Evo Morales alerta, y no es ninguna exageración,
que Bolivia puede convertirse en un nuevo Vietnam.


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Nello

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