ARGENTINA:Autogestión revive empresas arruinadas





Marcela Valente

BUENOS AIRES, nov (IPS) - Casi 150 cooperativas que agrupan a más de 10.000
trabajadores de Argentina se han hecho cargo de administrar empresas
quebradas por el colapso económico, y en muchos casos abandonadas por sus
propietarios.

Los protagonistas de este nuevo fenómeno de autogestión reclaman al Estado
que les garantice el capital de trabajo indispensable para sostener el
crecimiento de estos emprendimientos.

La historia se repite casi sin variantes en todos los casos. Los empresarios
en crisis dejan de pagar salarios por varios meses, declaran en quiebra sus
negocios o abandonan repentinamente el país sin honrar sus compromisos.



El personal de esas firmas, sin dinero y con deudas salariales por cobrar,
se hace cargo de la compañía y obtiene el aval de la justicia para
organizarse bajo la forma jurídica de una cooperativa de producción.

El fenómeno se multiplicó con la depresión económica que Argentina padece
desde fines de 1998.

A partir de entonces, cada mes se suman nuevas empresas. El proceso tomó tal
grado que apareció el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER),
del que participan 70 cooperativas, mientras otras 80 están a punto de
sumarse a la organización.

Los rubros son variados: fábricas de alimentos, metalúrgicas, químicas, de
repuestos de automóviles, de transporte o imprentas. En muy pocos casos el
personal jerárquico se suma al proyecto. Por lo común, la administración
queda en manos de operarios que, tras una fase inicial muy crítica, van
recuperando ventas y clientes.

Hasta ahora ningún emprendimiento fracasó, aunque algunos son más exitosos y
otros apenas permiten a sus integrantes ingresos de subsistencia, relató a
IPS Eduardo Murúa, gerente de producción de la Industria Metalúrgica
Plástica Argentina (IMPA) y dirigente del MNER.

Estas experiencias afrontan problemas de iliquidez y no pueden acceder a
préstamos. "Como no tenemos la propiedad definitiva de las empresas, no
somos sujetos de crédito. Si tuvieramos apoyo podríamos incorporar más
empleados", aseguró Murúa.

El sector reclama hace casi un año a las autoridades que establezcan un
fondo fiduciario al que puedan recurrir como capital de trabajo.

Según cifras oficiales, el desempleo alcanza a 21,4 por ciento de la
población económicamente activa, pero un porcentaje similar de personas
están subempleadas, y muchos desocupados ya no buscan trabajo, ganados por
el desaliento.

La metalúrgica IMPA revivió como cooperativa en 1998. Sólo 40
cooperativistas subsistían por entonces retirando cinco pesos por día,
equivalentes a 1,4 dólares, según el cambio actual.

Paulatinamente, los salarios fueron subiendo. Ahora, 147 trabajadores
perciben un ingreso mensual de 271 dólares.

"Ganamos todos igual, salvo por la diferencia de las horas extra de cada
 uno", aclaró Murúa.

IMPA resultó beneficiada con la devaluación de la moneda argentina frente al
dólar, de 70 por ciento desde enero, la sustitución de importaciones, el
congelamiento de tarifas de servicios públicos y la reducción de los costos
financieros.

"Antes dábamos plazos (de pago) de hasta 120 días que nos costaban caros,
ahora eso ya no existe", explicó Murúa.

En su opinión, la fábrica podría ofrecer más puestos de trabajo con mejores
salarios si el gobierno contara con una política para crear y sostener las
fuentes genuinas de empleo.

De momento, el gobierno de la oriental provincia de Buenos Aires prometió
incluir en el presupuesto del año próximo una partida equivalente a casi
nueve millones de dólares para destinar al fondo fiduciario.

Por su parte, las autoridades del distrito capitalino de Buenos Aires,
autorizaron la expropiación de dos fábricas en proceso de liquidación.

Los trabajadores de ambas empresas, una imprenta y una fábrica de productos
para heladerías, abandonadas por sus propietarios, se organizaron para
mantenerlas en funcionamiento.

La medida expropiatoria es temporal para los edificios y definitiva para la
maquinaria y bienes de producción.

Manuel Ruiz, integrante de la cooperativa de productos para helados, explicó
a IPS que la expropiación de las máquinas fue a cuenta de los salarios
adeudados por la empresa.

"Somos trabajadores de planta, expedición, operarios, de laboratorio y de
mantenimiento, pero todos ganamos igual", aclaró Ruiz. En 1999 la firma
contaba con 90 empleados, la mitad permanece en la cooperativa.

La fundición Unión y Fuerza --la única cooperativa que cuenta con apoyo del
Sindicato de Trabajadores Metalúrgicos--, amplió su plantilla de 30 a 50
trabajadores, que reciben actualmente un salario mensual equivalente a 430
dólares.

La fabricante de tractores Zanello amplió este año su personal de 60 a 240
trabajadores, en buena medida beneficiada por la devaluación.

Un proceso similar, aunque más lento, fue el de la empresa cárnica
Frigorífico Yaguané. Desde hace tres años funciona como cooperativa, cuenta
con 500 empleados y es una de las tres de mayor producción del país.

Los trabajadores perciben buenos sueldos, además de seis kilogramos
semanales de carne vacuna, el alimento tradicional de Argentina.

Pero los primeros tiempos fueron muy duros. Los trabajadores resistieron la
caída durante casi un año con la fábrica vacía. Lentamente conformaron la
cooperativa, volvieron a recibir hacienda para faenar y pusieron al día el
pago de servicios y sueldos.

Ahora Yaguané factura 285.000 dólares por año y exporta carnes a mercados de
la Unión Europea.

A juicio de Murúa, estas experiencias constituyen "nuevas formas de lucha de
los trabajadores, que ven cómo se van perdiendo sus derechos y buscan la
manera de resistir, de defenderse, de evitar transformarse en desempleados
estructurales".

Pero, además, "nos interesa demostrar que los trabajadores podemos conducir
la empresa, y hacerlo bien", añadió.

Las organizaciones sindicales se mantienen al margen. "No hay mucha
comprensión del fenómeno, pero sabemos que los sindicatos lo utilizan como
herramienta para negociar con la patronal, porque antes un patrón presionado
podía amenazar con ir a la quiebra, y ahora saben que eso dejó de ser una
amenaza", subrayó Murúa.

Aunque la dirigencia sindical no respalda estas experiencias cooperativas,
tampoco acciona en su contra, admitió.

"Una vez que los empresarios entran en crisis y dejan de aportar al
sindicato y a sus servicios de salud, (los dirigentes) comienzan a
desentenderse del problema de los trabajadores", concluyó.


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Nello

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