Brasile: ¿Cuál Lula querrá ser Lula?



Carlos Aznárez
Resumen Latinoamericano

Ahora lo que le toca a Lula es gobernar. Lo que no es poco para el momento
que vive el Brasil actual, duramente presionado por los empréstitos
fondomonetaristas y una deuda externa de 250 mil millones de dólares. Pero
más importante que esto y siempre teniendo en cuenta que el candidato del PT
goza de un indudable afecto popular, es saber qué Lula elegirá ser Lula.

Al Lula de los años 60 y 70, que era capaz de paralizar con un gesto suyo
toda la cadena de producción de las principales fábricas metalúrgicas del
país, le ha surgido un doble que en estos últimos meses no sólo se codeaba
con empresarios -como su propio compañero de fórmula, el derechista José
Alencar- sino que también adaptaba sus consignas y hasta el tono de voz,
siguiendo los consejos de su manager de imagen.

Pero también es cierto que al Lula actual, de "paz y amor"o "flower power",
que por momentos recuerda al Daniel Ortega que flirteaba con la "contra"
ataviado de rosa para no asustar a la oposición con el heroico rojinegro de
la bandera sandinista (y lo peor es que después de esas concesiones igual
fue derrotado en la pugna nicaragüense), también se le opone la imagen de
ese hombre bonachón que suele erguirse en tribunas improvisadas levantadas
en los campamentos de los Sin Tierra que le dieron un apoyo más o menos
crítico.

De todas maneras a Lula ya no le queda tiempo para pensarse la
contradicción. Obviamente no será, como decía la oposición ligada al
derrotado Serra, "el De la Rúa brasilero". Y no lo va a ser, por más que
quiera tomar la ruta equivocada, porque detrás del argentino al que hace un
año hizo caer de su sillón el pueblo peleando en la calle, no existía una
fuerza popular organizada que recondujera sus errores y frenara sus
traiciones. En cambio, tras Lula y muy cerca de él, hay organización y
fuerza dispuestas para seguir y controlar sus pasos. Ni el Movimiento de los
Sin Tierra (MST) ni la izquierda combativa del PT que votó a Lula están
dispuestos a que sus papeletas electorales sirvan para otros fines.

Además, hay algo muy importante. Por más que Lula -imaginando la peor de las
posibilidades- quiera convertirse en algo distinto a lo que prometió ser a
sus seguidores más humildes y esperanzados en sus banderas de cambio, va a
tenerlo muy difícil. En América Latina de hoy, no hay espacios grises. O se
está con los que pelean por la soberanía, la independencia y los cambios
sociales profundos, o se está de rodillas con el FMI. O se define contra el
ALCA y sus intenciones intervencionistas o se suma a la comparsa de
lamebotas que tan bien definiera Fidel en su día.

Lula será lo que quiera ser, pero el camino que elija podrá acarrearle a
Brasil un porvenir digno y venturoso -con sacrificio y dura pelea, como
siempre- o hundirse en el mar de un nuevo fracaso y prolongar el sufrimiento
de los que desde hace siglos sueñan con un mundo distinto al que les ha
tocado en suerte.

Lula está a partir de ahora, parado frente a la historia. Ojalá que elija
sumarse a la ola de rebeldía latinoamericana, la de Fidel, Chávez, Lucio
Gutiérrez, la insurgencia colombiana o la de Evo Morales. Todos ejemplos de
que no es necesario claudicar a los viejos principios y todos, además,
propagandistas espontáneos de las posibilidades del líder brasilero. En el
otro extremo están los gringos, y con esos, ya se sabe, no valen posturas
intermedias ni elucubraciones socialdemócratas. Quieren todo a cambio de
nada. Y cuando se les otorga todo, exigen aún más.

¿Qué Lula será Lula? Mientras lo piensa, no dudamos en festejar su victoria
y como dicen los compañeros venezolanos, sumarnos a una sentencia que está
haciendo temblar el continente: esa que alerta sobre cómo "camina la espada
de Bolívar por América Latina". Lula ya tiene una de sus réplicas. Se la
regaló Hugo Chávez deseándole mucha suerte. Quizás este gesto sea algo más
que un símbolo.

* Director de "Resumen Latinoamericano"


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Nello

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